La lista de Joshemari incluía, entre otras cosas, Camaret sur Mer. Por ahí también pasamos. El imponente espectáculo de los viejos barcos varados para el desguace me dejó clavado al sitio una hora y media por lo menos.
Barcos de desguace en Camaret sur Mer |
Proa de barco varado en Camaret |
En la foto se puede apreciar el cuaderno de tamaño dinA3, de papel de apuntes, y la pequeña paleta donde pongo la acuarela sepia. Hay una goma que va bien para pasar el dedo y sostenerla.
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Dibujando en el puerto de Camaret |
Desde Le Conquet cogimos, de manera totalmente improvisada, a toda prisa, una lancha que hacía excursiones al arrecife de las Molènes. Vimos cormoranes, focas y... ¡delfines! En medio del mar, respondían juguetonamente a las palmadas, voces y maniobras de la lancha del patrón: Viens le petit, viens!. La experiencia tenía algo de contacto con las raíces del homo sapiens. Le pregunté al patrón algo así: “Pourquoi font ça les dauphins?... C'est pour jouer?” “Oui, il est historiquement connu qu'il existe un rapport de sympathie entre le dauphin et l'être humain...”
Aun le doy vueltas.
Aun le doy vueltas.
Por la tarde, más tranquilos, me dediqué a dibujar lo que fuera. Lo que fuera era la Pointe de St. Mathieu, al lado de Le Conquet, el faro viejo, el nuevo, los restos de la Abadía, las rocas: cada elemento era bello aunque el conjunto no resultaba muy armónico. Pero, en fin, se trataba de dibujar.