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dilluns, 10 d’octubre del 2011

Pecados Capitales (1): la lujuria
Deadly sins (1): lust


En los días siguientes iré subiendo la serie de acuarelas de los siete pecados capitales. El orden será el mismo que el de realización. Empiezo con la lujuria. El lector más paciente tiene abajo una explicación. 

La lujuria, sobre papel Meirat, hecho a mano.

Una digresión sobre el tema

¿Tiene esta serie algún interés teológico o moral? De entrada, había un interés estético. La cosa comienza con una idea de mi amiga fotógrafa Teresa Romanillos que quería ilustrar la lujuria y la pereza para unos encargos, y quizás después continuar con el resto de pecados. Ella llevaba años haciendo unos bellos bodegones y de ahí pasó al género de las vanitas, buscando conectar elementos modernos con las naturalezas muertas clásicas. Retratar los pecados significa una especie de continuación del género. 

Las vanitas son un un género de pintura que se puso de moda en el siglo XVII: por medio de objetos y disposiciones de objetos fuertemente simbólicos y de lectura muy codificada se recuerda al espectador la fugacidad de la vida y la vanidad de los objetos y acciones con los que el hombre se pretende engrandecer. Ambos admiramos las obras del neerlandés Peter Claesz, que incluyen en sus naturalezas muertas entonadas en ocres y tierras, una calavera.

Actualizar el tema tiene su interés artístico. En el caso del fotógrafo, la parte mayor de la acción estética recae en la construcción del bodegón. Teresa llevaba ya semanas pensando en ello, y yo años sin pintar un bodegón, de manera que me acoplé a pintar uno de sus montajes, quizás el más conservador, pensando tan sólo en resolver una acuarela. Ella ha ideado otra propuesta más osada para la lujuria.

Al menos en mi acuarela, la lujuria no se presenta lujuriosamente, es decir, como una imagen que haya de suscitar deseo, sino más bien lo contrario, ligando los elementos-fetiche a la muerte. Yo creo que si había en nuestras conversaciones previas alguna idea crítica o irónica con relación a la educación tradicional sobre los pecados capitales, en esta representación de la lujuria, gana la partida la moral clásica -o quizás sólo le seguimos la corriente a las convenciones-. La boa y el tacón sugieren la mujer fatal. Los rojos de la manzana, del pintalabios y del interior del zapato no son rojos, sino carmín: la cercanía al morado convierte la promesa de placer en anuncio de muerte. O al menos, esa era la idea.