En los días siguientes iré subiendo la serie de acuarelas de los siete
pecados capitales. El orden será el mismo que el de realización. Empiezo con la lujuria. El lector más paciente tiene abajo una explicación.
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La lujuria, sobre papel Meirat, hecho a mano. |
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Una
digresión sobre el tema
¿Tiene esta serie algún interés teológico o
moral? De entrada, había un interés estético. La cosa comienza con
una idea de mi amiga fotógrafa Teresa Romanillos que quería
ilustrar la lujuria y la pereza para unos encargos, y quizás después
continuar con el resto de pecados. Ella llevaba años haciendo unos
bellos bodegones y de ahí pasó al
género de las vanitas, buscando conectar elementos modernos
con las naturalezas muertas clásicas.
Retratar los pecados significa una especie de continuación
del género.
Las
vanitas son un un género de pintura que se puso de moda en el siglo XVII: por
medio de objetos y disposiciones de objetos fuertemente simbólicos y
de lectura muy codificada se recuerda al espectador la fugacidad de la
vida y la vanidad de los objetos y acciones con los que el hombre se
pretende engrandecer. Ambos admiramos
las obras del neerlandés Peter Claesz,
que incluyen en sus naturalezas muertas entonadas en ocres y tierras,
una calavera.
Actualizar el tema tiene su interés artístico. En el caso del fotógrafo, la
parte mayor de la acción estética recae en la construcción del
bodegón. Teresa llevaba ya semanas pensando en ello, y yo años sin pintar un bodegón, de manera que me
acoplé a pintar
uno de sus
montajes, quizás el más conservador, pensando tan sólo en
resolver una acuarela. Ella ha ideado
otra propuesta más osada para la lujuria.
Al menos en mi acuarela, la lujuria no se presenta lujuriosamente,
es decir, como una imagen que haya de suscitar deseo, sino más
bien lo contrario, ligando los elementos-fetiche a la muerte. Yo creo
que si había en nuestras conversaciones previas alguna idea crítica
o irónica con relación a la educación tradicional sobre los
pecados capitales, en esta representación de la lujuria, gana la
partida la moral clásica -o quizás sólo le seguimos la corriente a
las convenciones-. La boa y el tacón sugieren la mujer fatal. Los
rojos de la manzana, del pintalabios y del interior del zapato no son rojos, sino carmín: la
cercanía al morado convierte la promesa de placer en anuncio de
muerte. O al menos, esa era la idea.